Incluso aquel que poco sabe de cine o poco interés le despierta, conoce el nombre de Clint Eastwood, ese tío duro con maneras de cowboy y ceño fruncido que encaja con la imagen del macho americano clásico. Lo que muchos desconocen es el talento de dicho cineasta no solo para la interpretación sino para la dirección. Eastwood con una trayectoria asombrosa y llena joyas de culto, ha demostrado que no solo puede ser Harry el sucio pues también hizo sus pinitos en el cine romántico como Robert Kincaid (Los puentes de Madison). Además de esto, este vaquero se ha sentado en la silla de director en numerosas ocasiones, dejando claro su excepcional talento para contar historias y apelar al lado emotivo que todos llevamos dentro. Dentro de todo su palmarés, quizás mi favorita sea "Gran Torino (2008)" Esta película comienza mostrándonos el día a día de Walt Kowalski, un veterano de la guerra de Corea ya entrado en años y viudo, con un carácter m
No temo decir que fui de aquellos que pecaron al prejuzgar esta película por su título sin a penas atisbar la magnitud de esta obra. Este filme se hizo un hueco en mi estante desde sus primeros minutos que se basan en una diatriba de críticas al muy instaurado consumismo en nuestra sociedad, desde un punto de vista que roza lo filosófico y que hasta cierto punto se cuela por una minúscula brecha que tenemos todos en la cabeza. El protagonista, sin nombre, sufre de un insomnio persistente y camina al borde de la depresión sumido en una rutina permanente, y en una vida sin ambiciones hasta que conoce al carismático Tyler Durden. Este espectacular personaje, encarnado por Brad Pitt, es un fabricante de jabones con una idea muy particular del mundo y la sociedad, que le ofrecerá a nuestro protagonista una vía de desahogo y escape frente a sus problemas, fundando un club donde todas las semanas se reunirán con otros hombres para pelearse sin motivo alguno. Partiendo de esta premisa, la sit